martes, 6 de enero de 2015

El 23-F


El 23 de febrero de 1981 un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, irrumpe en el Congreso de los Diputados durante la sesión de votación para la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, candidato de UCD a la Presidencia del Gobierno. Este fue el episodio más conocido del golpe de Estado fallido del 23-F en torno al cual, a día de hoy, sigue habiendo numerosas incógnitas y puntos oscuros en cuanto a su organización, los implicados en el mismo y sus objetivos.


A partir de este momento de triunfo inicial habrían sido necesarios varios requisitos para que se convirtiera en definitivo. En primer lugar era preciso que existiera una sublevación militar en la periferia que fuera arrastrando a la intervención de los altos mandos militares, pero los conspiradores sólo consiguieron inmediatamente el control de la región militar de Valencia donde el general Milans del Bosch asumió el mando total. Lo decisivo fue que los sublevados fracasaron al no obtener el apoyo del Rey. El planteamiento del golpe se basaba en la creación de una situación excepcional, avalada por el monarca, para reconducir la situación a una normalización como resultado de la cual el régimen democrático padecería la supeditación a los altos mandos militares. Pero el Rey y sus colaboradores, después de informarse de lo acontecido, tomaron una postura diametralmente opuesta a la que los conspiradores esperaban. Fue el propio Rey el que recomendó la inmediata reunión de la Junta de Jefes de Estado Mayor y uno de sus colaboradores quien consiguió que las unidades que habían tomado Radiotelevisión Española la abandonaran. Durante la noche, el monarca realizó más de un centenar de llamadas telefónicas para asegurarse la fidelidad a la Constitución de las unidades; luego admitiría que en algún caso no le había bastado hablar con generales sino que había debido hacerlo también con coroneles. 

 Este cúmulo de circunstancias detuvo el desarrollo del golpe. Sin autorización del Rey, el general Armada acudió al Congreso para lograr ser aceptado como una especie de solución intermedia. Fue perceptible entonces la distancia entre un
Tejero que quería volver a un Gobierno puramente militar y un Armada para quien era esencial la obtención del apoyo parlamentario para un Gobierno presidido por él. En cualquier caso, resulta muy improbable que el Congreso hubiera llegado a aceptar la fórmula propuesta por Armada. 

Discurso del Rey tras el 23-F

 A partir de este momento, la sublevación había sido derrotada y sólo faltaba saber si el desenlace se produciría sin derramamiento de sangre. El momento decisivo para la derrota del golpe fue la intervención del Rey en televisión en contra de la indisciplina militar. Durante algunas horas estuvo preparada una intervención armada sobre el Congreso pero se aconsejó evitarla para que no se produjera una masacre.
Milans, que después de una intervención personal del rey había retirado su bando y sus tropas, aconsejó la rendición a Tejero.

Consecuencias

Resulta difícil determinar las consecuencias políticas del intento de golpe de Estado. A menudo se ha afirmado que fomentó una derechización de la política española, pero esto no parece correcto. La verdad es que las actitudes de los principales dirigentes políticos ante el golpe de Estado no tuvieron un reflejo en los resultados electorales posteriores: ni Adolfo Suárez ni tampoco Santiago Carrillo recibieron votos proporcionados a su gallardía en aquellos momentos. Sin duda, el intento de golpe sirvió para desprestigiar cualquier intento de involución militar en la política española. Pero también llamó la atención de todos acerca del peligro de adoptar posiciones irresponsables. El propio Rey recordó, en un texto entregado a los principales líderes políticos, que ya no era imaginable que de nuevo él mismo pudiera desempeñar un papel semejante y tan crucial en caso de una nueva intentona golpista.

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